No se le paró. Ella tampoco lubricó mucho, pero él estaba demasiado mariguano. Se puso el sostén, cubrió la selva lacandona con una calzón amarillo y recogió la demás ropa tomando camino a la salida de la casa, bailando con el esfuerzo de ponerse el resto de las prendas.
Cuando despertó se vio desnuda, se cambió y salió a la calle. Eran las tres de la tarde de un sol de equinoccio. Caminó hasta la avenida Madero para llegar a la parada de camión. El autobús estaba repleto de las personas que salían de su trabajo: “hora de ir a comer”.
Llegó a casa de su sordomuda madre, consiguió un poco de dinero y se fue. Al llegar a su casa tomó una bolsa para basura y la llenó de ropa sucia. Salió de su casa y caminó hasta una lavandería. Mientras esperaba el ciclo de la lavadora aprovecho en desayunar: se paró frente a una máquina expedidora, sacó unas monedas y compró un paquete de mantecadas y una coca cola.
Regresó a casa. Tomó una toalla y un par de calcetas. Tomó un baño, se maquilló y salió a la calle cuando ya eran las nueve de la noche. Caminó unas cuantas cuadras hasta la plaza central.
Prendió las antorchas y empezó con su espectáculo de mímica y malabares. Juntó ciento veinticinco pesos con setenta centavos y regresó a casa. Se quitó el maquillaje y entonces le sonó el celular, no alcanzó a contestarlo. En ese momento cayó en cuenta de no haber dicho una palabra en veinticuatro horas.
Cuando despertó se vio desnuda, se cambió y salió a la calle. Eran las tres de la tarde de un sol de equinoccio. Caminó hasta la avenida Madero para llegar a la parada de camión. El autobús estaba repleto de las personas que salían de su trabajo: “hora de ir a comer”.
Llegó a casa de su sordomuda madre, consiguió un poco de dinero y se fue. Al llegar a su casa tomó una bolsa para basura y la llenó de ropa sucia. Salió de su casa y caminó hasta una lavandería. Mientras esperaba el ciclo de la lavadora aprovecho en desayunar: se paró frente a una máquina expedidora, sacó unas monedas y compró un paquete de mantecadas y una coca cola.
Regresó a casa. Tomó una toalla y un par de calcetas. Tomó un baño, se maquilló y salió a la calle cuando ya eran las nueve de la noche. Caminó unas cuantas cuadras hasta la plaza central.
Prendió las antorchas y empezó con su espectáculo de mímica y malabares. Juntó ciento veinticinco pesos con setenta centavos y regresó a casa. Se quitó el maquillaje y entonces le sonó el celular, no alcanzó a contestarlo. En ese momento cayó en cuenta de no haber dicho una palabra en veinticuatro horas.
7 comentarios:
¡Qué guapo está el editor!
me gustó mucho
aparte de eminencia del ballet internacional
eres buen escritor
viva el pas de deux¡¡¡¡¡¡¡
Chale... anoche no se me paró y ella no lubricó. Esto huele a adiós.
yo edité ese cuento, además aporté más d ela mitad del texto.
solem, te amo como nunca te han amado. me haces sentir lombrices en los intestinos...
jejeje... lombrices en los intestinos... qé amor tan puerco... jeje
ey, de verdad está bueno el texto... dos es multitud... digamos que es una creación colectiva...
ambos escriben so chilo
bene bene
¿Y como pretendias que hablara con tremenda decepción?
Me agrada comoe scribes, pero nunca te he visto bailar .
:)
óscar, no hay que seguir dandole reitin al blog de la rapu, además ya no me gusta discutir. ahora en donde discutimos?
chabela, buga para ti. el óscar baila muy bien, casi como yo, pero no tanto.
chabela regetón
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