viernes, noviembre 16

sábado, octubre 20

Serenidad y Ataque

La secuencia es la siguiente: ataque, serenidad, ataque.
Serenidad: A pasado cerca de una semana desde la última vez que tuve información de Roni y mi vida se ha convertido en un verdadero espacio edénico. Mi amor es correspondido y nada podría hacerme más feliz. Y es bajo la sentencia de "después de la tormenta viene la calma" que he llegado a este estado de inmensa tranquilidad y alegría. No vale la pena meterme en los detalles de mis vivencias de esta semana. Me gustaría más guardármelos, pues son parte de mi intimidad, de una verdadera intimidad que sí me interesa. Y es que es cierto: estoy en calma, estoy en paz, pero me aterra que este lapso sea tan sólo el ojo del huracán.
Ataque No.1: Fue después de que quemé la azotea cuando me quedé dormido. Y un golpazo me despertó de súbito. Estaba oscuro y un extremoso dolor se apoderó de mi nariz de la cual brotaban torrentes de sangre. Y desde la oscuridad un grito de bestia pronuncio "Mi cuarto, puto. ¿qué le hiciste?" Y entre la oscuridad una sombra saltó escapando de la casa con movimientos felinos. El dolor me hizo llorar. Ataque No.2: Anoche terminé mi baño y volví a pensar que mi relación que en este momento se encuentra en el esplendor de una rosa al abrir su botón, se derrumbaba así nomás. Y así nomás sentí mis piernas derrumbarse, flaquear, y vi el reflejo burlón de mi cara de angustia en el espejo. Y me rompí la cara en mil pedazos.

lunes, octubre 15

¡Culero!

Ya estuvo bueno que este bato se esté pasando de verga. Y el muy pendejo, ingenuo, filántropo, dejó la puerta de la casa abierta. Llegué usando la llave y le puse seguro. ¡Ah, qué pendejo! pero su confianza es lo que lo perjudicará: dejó la página abierta. Todo deja abierto. Fui a ver al muy cerote y allí estaba acostado en su cuarto. ¡Pinchi joto! Hoy no pasaré la noche aquí, no me conviene. Sólo necesito algo de dinero.

Un hueco en la casa

El viento se ha estado filtrando por los agujeros de la azotea durante estos dos días, recorriendo cada ínfimo recobeco de la casa vacía. Y el "¡Qué puto eres!" retumba por mi cabeza una y otra vez: "¡Qué puto eres!""¡Qué puto eres!""¡Qué puto eres!""¡Qué puto eres!""¡Qué puto eres!""¡Qué puto eres!""...
Sólo encendí la laptop para revisar mi correo. La verdad es que no he tenido humor de nada. El ocio está viciado por un estado muy parecido al de una depresión. Menos mal que ella ha estado llamando como fuerte contraataque de mi fin de semana melancólico.

sábado, octubre 13

A una semana de todo

Estoy en el borde de la cordura y el desquicio total bajo un silogismo compuesto de la premisa del amor, y la identidad. Esta última semana e surcado mi casa de cabo a rabo escudriñando cada rincón que pueda darme alguna señal dilucidadora de la verdad que no entiendo. Desde la semana anterior en la que me enamoré vaticiné un desencanto semejante o mayor que el de mi primer enamoramiento. Durante ese baño pensé en ella, en su magnificencia, su personalidad, sus piernas, su sonrisa y de pronto, imaginé meses de compartir momentos inolvidables inocuos que culminaron en una imprescindible ruptura. Fue tan real que un puñal de melancolía me golpeo directo a mis entrañas y, perdiendo toda mi energía vital me derrumbé en el suelo. El temor fue tan severo que no distinguía si ya había pasado o predecía el futuro con una extraña habilidad profética recién adquirida.
Hoy es un sábado que significa un paso más en mi metamorfosis, en la misma transgresión de mi persona:
-Jueves: Fui a la iglesia a confidenciarme con un sacerdote.
-Viernes por la mañana: Llegó el cerrajero. Al abrirle pasó a la casa y de no haberme movido me habría golpeado de frente. Venía vestido con una elegancia incongruente con su oficio. Nunca había visto un cerrajero de corbata. Lo primero que me pidió fue un recorrido de la casa. Tenía una mirada imponente y accedí sin dejar de pensar que era un ladrón que buscaría el punto débil de alguna ventana o puerta para después entrar a cometer fechorías. Pero en ese mismo instante tenía la facilidad de meter la mano a su maleta, sacar su pistola de 9mm con silenciador y perforarme la frente en un instante. Vio mi habitación completamente limpia. Después pasamos al estudio el cuál era un desorden pues acostumbro dormir allí en el sofá casi a diario. Y por último lo conduje escaleras arriba a mi azotea. Llegamos ante la puerta de Roni, giró la perilla y la puerta quedó abierta. Me pidió $150.ºº y se retiró sin permitirme que lo escoltara. Y la puerta siguió abierta ante mi temor de encontrar un cadáver putrefacto, lo cual no fue así.
-Viernes a mediodía: Salí de la casa lo más rápido posible y fui con ella. Le confesé estar enamoradísimo, y me cuestionó donde estuve toda la semana, dijo que me marcó el miércoles por la noche pero el teléfono estaba descolgado. Lo sé, además estaba indispuesto en ese momento. Quisiera habérselo dicho pero la vergüenza me amordazó. Le di un beso y regresé a casa.
-Viernes por la tarde: Interrumpí la lectura con un fuerte coraje, y a modo de berrinche derrumbe las torres de libros que habían por toda la habitación. Subí con paso decidido al cuarto de Roni. Me paré frente a su buró viéndome en el espejo y me noté ojeroso, distinto. Allí estaba una cajetilla de camels. Tomé uno. Encontré unos cerillos. Encendí el cigarrillo retrocediendo hasta sentarme en la cama, y al tirar la primera bocanada de humo vi desde el espejo el reflejo de Roni que me miraba desde la puerta. Tenía los ojos reventados en cólera y me dijo: ¡Que puto eres! y bajó corriendo. Tiré el cigarro y corrí a la calle. No lo encontré. Di varias vueltas por la colonia buscándolo. Al regresar salía algo de humo de la casa.
-Viernes por la noche: Me quedé sin azotea sin cuarto de Roni. Fue mi culpa sin duda. Los bomberos llegaron pronto a detener el incendio pero todo vestigio de Roni en casa comenzaba a desaparecer por si solos, el fuego fue un rápido apoyo, nada más. No sé cómo le rendiré cuentas.
-Sábado: Madrugué o más bien fui victima de un tremendo insomnio. Revisé las pocas cosas que pudieron ser rescatadas. Entre las tres camisetas que sobrevivieron de la ropa de Roni encontré una que me pertenece. Él siempre la usaba. Le gustaba. Decía que se veía intelectual-mamón como yo pretendo ser. Me la puse a pesar del aroma a ceniza penetrado y salí a comprar algo para desayunar. Una vecina me vio, me saludó pero llamándome "Roni", por la camiseta supongo.

jueves, octubre 11

¿Qué hice anoche?

Hice el amor.
Ayer miércoles fue uno de esos días en los que pretendo absorber toda la información posible. No enciendo el televisor, no salgo a la calle, descuelgo el teléfono, la computadora no se enciende y la música no existe en mi casa. Soledad: es algo que todos merecemos en específicos momentos de la vida, y ante la nostalgia de ese Roni que me abandonó y dejó todo mal empezado y mal concluido, me resguardé en el seno de mis libros. Pero las remebranzas de ese Roni no me abandonarían tan fácil:

--Eran cerca de las nueve y Ariel había tenido mucho tiempo para pensar en la crisis que atravesaba mientras ponía a prueba su moral sobre el cuestionamiento de si invadir la privacidad de su inquilino de la azotea. A la luz de una lámpara de escritorio Ariel revisaba una revista de literatura cuando un ¡toc-toc! se hizo presente en la puerta llenando de eco la habitación. Se levantó y al abrir vio a una amiga de Roni. La casa estaba a oscuras y la mujer que se dibuja difusa ante la penumbra se abalanzó sobre él. Ella brinco como un fiera sobre su presa, ágil y voraz como un leopardo de delicadas pero fuertes extremidades que toma por asalto a un "inocente" y débil antílope. Los pasos hacia atrás fueron inevitables bajo un beso que consumía la boca de Ariel y lo depositaba en el sofá. Una blusa voló y el sostén botó tras muchos intentos de manos inexpertas. Su camiseta voló y el resto de las prendas fueron arrojadas al aire como si se desplumará a una gallina. Y fue el sexo para Ariel una experiencia inolvidable e inescrutable para su presuntuosa sapiencia. Permaneció desnudo, trémulo y con una fiebre inexplicable, gozando de una satisfacción cuasi divina que escapaba los límites de su entendimiento. La bella mujer se puso en pie, se vistió y dijo: Lo siento Roni, tenía ganas de tu pito. Llamé pero tu teléfono sonaba ocupado constantemente así que tuve que venir sin avisar. Ciao. Y así se fue, dejándolo desnudo tendido en el sofa.

Llegó esa mujer, me dio sexo y me dejo desnudo postrado en el sofá víctima de una respiración agitada y una plenitud propiciada por lo estrambótico de mi mismo estado. No entiendo como es que no se dio cuenta de quién era yo.
No soy nada religioso, pero hoy jueves tuve la imperante necesidad de ir a la iglesia. Fui a confesarme. Confesé mi lujuriosa noche, confesé mis bajos instintos y mi tentación por la traición que planeo hacerle a Roni después de haber sido tan bien pagado por él (indirectamente). Mañana viernes vendrá el cerrajero a casa.

martes, octubre 9

Abstemio

A pesar de que apenas es martes acepté una invitación a jugar billar con mis vecinos que dejaron de ser mis amigos cuando Roni llegó a mi casa, se convirtieron en sus amigos, sus compinches de inhalaciones y exhalaciones de humo. Siempre fuman, lo que sea. Fue placentero que no estuvieran al tanto del día en que me agazapé como una bola de carne, como un embrión en desarrollo; me dio cierta pasividad, no les debí más que las gracias por invitarme. Las preguntas no pudieron fallar:
--¿Qué hongo con Roni, eh?
Comprendo y agradezco su preocupación.
No me atreví a violar el espacio de Roni no entré a su cuarto no le llamé al cerrajero. ¿Preocupado? desde luego. Él habría sabido transformar esta noche en algo más ameno. No los soporté mucho y regresé a casa temprano.

lunes, octubre 8

Su Ausencia

Roni no ha aparecido en todo el día. Su alcoba, arriba, en la azotea, ha permanecido bajo llave desde la mañana (creo). Dudo que esté encerrado allí. En cualquier momento hará acto de prescencia, encenderá un cigarrillo y dirá algo como: ¡Pinchi bato mamón!
No me importa en lo más mínimo. El día de hoy fue ameno. Realizé una llamada telefónica que complació mi espíritu por la ascética actitud de confesar mi amor. Mañana le marcaré al cerrajero si Roni no pasa por aquí.